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Ante la incertidumbre, el abrazo de mi comunidad y la sanación colectiva son mi esperanza

October 10, 2024
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Ante la incertidumbre, el abrazo de mi comunidad y la sanación colectiva son mi esperanza

October 10, 2024

Por Daniela Carvajal

Cuando tenía dos años, dejé mi país natal, Colombia. La pobreza y la falta de oportunidades economicas empujaron a mis padres a tomar la difícil decisión de dejar nuestro país y a nuestros seres queridos. Viajamos a los Estados Unidos con visas de turista y comenzamos a vivir en este país de manera indocumentada después de vencido el plazo de nuestras visas. Más tarde me enteré que mis padres habían planeado quedarse en los EE. UU. durante dos años, trabajar duro y regresar a Colombia en una mejor situación financiera que cuando nos fuimos.

Mis padres fueron abiertos conmigo sobre nuestro estatus migratorio desde que yo era muy pequeña. Recuerdo que estaba consciente de mi estatus migratorio a los 10 años. Sentía miedo y vergüenza mientras escuchaba a mis compañeros de clase haciendo bromas sobre “la migra”. A medida que crecí, comencé a preocuparme de que ser indocumentada me impidiera alcanzar mis metas. A pesar de ser conscientes de los obstáculos que podía enfrentar debido a mi estatus migratorio, mis padres me motivaron a cursar estudios superiores, sabiendo que deseaba ir a la universidad para convertirme en terapeuta. En 2012, pude aplicar al programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y mi sueño de asistir a la universidad se hizo más alcanzable. Ser beneficiaria de DACA significaba que tenía protección contra la deportación, era elegible para un permiso de trabajo e incluso podía solicitar una licencia de conducir. Con DACA, pude comenzar mi educación universitaria en Bunker Hill Community College, terminar mi licenciatura en la Universidad de Massachusetts en Boston y, finalmente, completar una maestría en Trabajo Social en Boston College.

Como beneficiaria de este programa, es importante reconocer a los estudiantes y activistas que presionaron al entonces presidente Barack Obama para que firmara la acción ejecutiva de DACA. Inspirada por la valentía de quienes vinieron antes a este país y lucharon por los derechos de las personas migrantes en los EE. UU., en el 2016 comencé a involucrarme en la defensa de los derechos de las personas migrantes, justo después de las elecciones presidenciales. Estaba devastada por los resultados de la elección porque, durante su candidatura, Donald Trump amenazó con cancelar el programa DACA, afirmando que fue promulgado inconstitucionalmente por el expresidente Obama. Estaba cansada de sentirme sola y paralizada por el miedo, así que me uní a Centro Presente, una organización comunitaria liderada por personas migrantes en mi vecindario, East Boston. Antes de unirme a Centro Presente, me sentía demasiado avergonzada de compartir mi historia. Tenía miedo principalmente de que los comentarios y estereotipos odiosos y xenófobos sobre las personas migrantes en los EE. UU. eclipsaran mi experiencia como migrante. Como miembro y voluntaria de Centro Presente, conseguí una comunidad que me aceptó y me hizo sentir como en casa, un sentimiento que había anhelado durante tanto tiempo.

Desde 2018, he trabajado con Centro Presente como organizadora de derechos de las personas migrantes. He tenido la oportunidad de contribuir a mi comunidad apoyando a las personas migrantes centroamericanas, especialmente a las mujeres y los niños y niñas que huyen de sus países de origen, incluidos El Salvador, Honduras y Guatemala, debido a múltiples formas de violencia. Las mujeres y niñas que buscan el apoyo de Centro Presente llevan mucho trauma debido a los abusos que han experimentado en sus países de origen, en la ruta migratoria y en los EE. UU. Sin embargo, también son increíblemente fuertes y capaces de mostrar inmensas cantidades de empatía y solidaridad entre sí. A través de este trabajo, he tenido el privilegio de presenciar el poder de la sanación colectiva a través de la narración de historias y el reconocimiento de las causas fundamentales de la migración forzada y los sistemas que perpetúan la violencia contra las mujeres y niñas centroamericanas. Esta sanación colectiva hace que sea más posible que las mujeres y niñas a quienes se les han negado sus derechos humanos básicos a través de múltiples tipos de violaciones, participen en la autodefensa. Esto es lo que me motiva a seguir luchando por el cambio a pesar de la incertidumbre en torno al futuro de la política migratoria en los EE. UU.

Todas las personas merecen vivir una vida con dignidad, ya sea que decidan luchar por quedarse en su país de origen o se vean obligados a migrar. El destino de las personas beneficiarias de DACA, de las personas beneficiarias de TPS, de millones de personas inmigrantes indocumentadas que llevan décadas en los EE. UU. y demiles de personas migrantes recién llegadas es incierto. Como beneficiaria de DACA, hay momentos en los que todavía tengo miedo de perder mi estatus, pero ya no me siento sola. Me siento abrazada por el poder de mi comunidad.

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