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Los sueños rotos no existen, los sueños robados sí‍

August 27, 2024
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Los sueños rotos no existen, los sueños robados sí‍

En los últimos días he visto historias de personas que hablan sobre su experiencia con el programa Acción Diferida para los Llegados en la infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y lo que significan 12 años de este programa, el impacto tanto positivo como negativo y lo que se siente cada vez que tenemos que renovar nuestro permiso de estar en la USA con un estatus indefinido. 

Mi nombre es Luis López Reséndiz, nací y crecí en la Colonia Obrera, 3ra sección, en Tijuana, Baja California, México, donde fui criado en mi comunidad que viene de un pueblo llamado San Jeronimo Progreso, en la región Ñuu Savi (Mixteca), que llegó a la frontera de México y Estados Unidos para sembrar una raíz y un nuevo amanecer. 

De niño, cuando iba a la primaria en la Colonia Obrera, me llevaron a una exhibición en el Centro Cultural de Tijuana (CECUT) donde me quedé fascinado por la historia de la región, más que nada sobre el mar y las especies en peligro de extinción. Desde esa visita mi sueño fue crecer para ser biólogo marino, o algo por el estilo que ayude a la protección del mar y sus habitantes. Quería salvar el mar. El mar se convirtió en algo muy significativo para mí en mi infancia. Desde la casa de mi abuela se podía ver el mar, un mar azul brillante que llegaba al otro lado, hasta el puente de Coronado, en San Diego, California, donde podía ver los barcos que pasaban por debajo del puente. Ese sueño de querer cuidar el mar fue interrumpido cuando a la edad de 12 años mi papá me despertó temprano por la mañana, curiosamente un jueves de acción de gracias, para que me fuera a despedir de mi mamá porque ese día era el día que iba a cruzar la frontera para irme a vivir a la USA. Entonces todo cambió, había llegado el día de dejar la Colonia Obrera y unirme a todos los otros niños de mi comunidad que también se habían ido rumbo al Norte. El sueño de crecer para ir a conocer el mar de Baja California, México, se transformó en uno donde no tenía que nadar sino correr y esconderme entre los cerros y los caminos oscuros para poder llegar a mi destino en San Diego, California, en la USA.

Antes de venir a los Estados Unidos, no entendía qué era ser indocumentado. Un tío que venia conmigo en el camino me dijo, “nosotros no tenemos papeles, por eso tenemos que cruzar por el cerro. Un papel es lo único que necesitamos para no escondernos, un sólo papel, ¿puedes creerlo?”. En ese momento entendí que iba tomarme mucho tiempo regresar a mi casa en la Colonia Obrera, con mi mamá. En ese entonces me hice la idea de que frente a mí se encontraba un mar lleno de obstáculos, donde podía ver el principio, pero no el final. Y, bueno, a los 12 años era un niño que no entendía el impacto tan grande de no tener ese papel al que se refería mi tío cuando cruzamos el cerro. 

Llegar a vivir a San Diego en California, me ayudó a entender muchas cosas sobre la comunidad migrante, en esa región que los académicos llamaban las Borderlands. Aparte de estar literalmente a unos cuantos kilómetros de distancia de la casa de mi abuela, podía jurar que miraba su casa desde el muelle en Imperial Beach donde me sentaba frente al mar. El mar me traía recuerdos y memorias que nunca olvidaré. En el 2012, justamente el 1ro de Mayo, me integré como miembro activo del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB) y mi vida cambió.  En el FIOB fui parte de un proceso de concientización política sobre un movimiento binacional de pueblos indígenas y nuestro rol dentro de la comunidad migrante en los Estados Unidos, con o sin estatus migratorio. Ahí comprendí que mi camino en esta vida era luchar por el respeto de los derechos de los pueblos indígenas. Ese mismo año recibí DACA. 

Recibir DACA fue una experiencia que definitivamente cambió mi vida, lo principal es que me dio la oportunidad de conseguir trabajo en una oficina y poder recibir apoyo para continuar mis estudios. Eso llenó de felicidad a mi papá, porque yo ya no tenía que ir trabajar en la construcción con él. DACA nos abrió una puerta más en el camino, pero no nos dejó entrar completamente a donde queremos llegar. Mientras tanto, en el FIOB me ayudaron a desarrollar un pensamiento crítico y político. La organización me recordó que este logro es importante, pero no lo es todo. Aún había mucho trabajo por hacer, ya que los verdaderos soñadores eran los padres y las madres, las abuelas y los abuelos que visualizaron un horizonte, caminaron, y lucharon por un sueño que aún está por cumplirse. Hace 12 años, esa esperanza de cambio aún ardía con mucha pasión entre la juventud que todavía recordaba cuando sus padres los llevaron a protestar en las marchas por una reforma migratoria en el 2006, y que vieron el impacto de la organización colectiva. Esos jóvenes fueron los que lucharon por una política de cambio que encapsulaba los sueños de libertad de una comunidad entera. Los verdaderos Dreamers que lucharon por el Dream Act son los nueve jóvenes indocumentados (The Dream 9) que arriesgaron todo para sacudir a un sistema que no escuchaba y que había robado sus sueños. Sin embargo, a pesar de todo, ellos y ellas lucharon por lo que ahora tenemos, y aunque no fui parte de esa lucha por el Dream Act o por DACA (porque ser parte de una organización o un movimiento no se cruzaba por mi cabeza antes del 2012), reconozco que disfruté de los privilegios que a otras personas les negaron.

A 12 años de DACA, la conversación a nivel nacional se basa en una pregunta, ¿qué significa perder DACA? Y es algo en lo que pienso mucho, ahora como director de Operaciones de la organización Comunidades Indígenas en Liderazgo (CIELO), donde vemos a profundidad los impactos de políticas basadas en el odio y los prejuicios y cómo se invisibiliza a la comunidad indígena y a sus idiomas. Y, bueno, creo que si el día de mañana nos quitan DACA eso nos obligaría a regresar a lo principal: la organización de base, al cabildeo. Y, por su puesto, a demostrarle a los que hacen la política, que nuestra comunidad nunca va a dejar de luchar porque somos un bloque económico fuerte que paga impuestos, y al mismo tiempo enriquece con cultura las ciudades y regiones que no tenían sazón; que somos más que los jóvenes con DACA quienes merecemos respeto y el derecho a quedarnos en el país que ahora es casa común de miles de sueños. Demostrarles también que no somos una sola comunidad, sino que somos diferentes pueblos con diferentes lenguas para contar historias de cómo llegamos a la USA y por qué. Es justo decir que las cosas son diferentes, lo que era un mar de obstáculos, hoy podríamos decir que es un mar de oportunidades, porque lo que sí es seguro es que con o sin DACA la comunidad siempre va a luchar por su lugar en este gran país, sólo que esta vez nadie se quedará excluido, por que aquí estamos y no nos vamos.

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