Por Karina Alvarez Espinoza
Cuando me enteré de DACA tenía 13 años. En ese momento no lo entendía bien, ni sabía cuánto me afectaría. Una vez que entendí qué era y qué podía hacer por mí, mis padres y yo buscamos una forma de solicitarlo. Cuando solicité DACA, tenía 17 años. Mis padres ahorraron para que un abogado procesara la solicitud y pasamos mucho tiempo tratando de conseguir todos los documentos necesarios. Nos habíamos mudado muchas veces cuando era pequeña, así que fue difícil reunir toda la documentación, pero lo hicimos. Recuerdo que era el 2016 un año electoral, y las cosas estaban tensas. Fui una de las últimas personas que tuvo la oportunidad de solicitar DACA antes de que prohibieran la aprobación de nuevas solicitudes. Siempre sentí que tuve suerte por eso. Acababa de recibir mi DACA, pero no estaba segura de si el programa permanecería intacto. Pero gracias a eso, sentí que finalmente podía planificar mi futuro, aunque fuera sólo de manera temporal. Conseguí mi primer trabajo, mi licencia de conducir, compré un auto y comencé mi camino hacia la educación superior en el Colegio de Lake County, al norte de Chicago, Illinois. Aunque DACA no era una solución permanente, aun así estaba agradecida por las oportunidades que me abrió, principalmente, aliviar el miedo y la ansiedad que sentía por mi situación.
Otra oportunidad fue la posibilidad de solicitar advance parole, un permiso para poder viajar a mi lugar de nacimiento y poder regresar a los EE. UU. anticipado. Viajé a Cuernavaca, Morelos, México, el pasado mes de marzo. Aplacé la solicitud del permiso de viaje porque me daba miedo, pero después de la muerte de mi abuela, supe que no podía esperar más. Aunque estaba triste por no poder ir antes de su fallecimiento, estaba agradecida de al menos poder ir a presentar mis condolencias y reconectar con a la familia que no había visto desde que yo tenía cuatro años. Esta gran experiencia me hizo reflexionar profundamente sobre muchas cosas. Sentí que tenía una comprensión más profunda de lo difícil que fue para mis padres tomar la decisión de irse de México y lo difícil que debe haber sido navegar en un nuevo país. Ahora soy mayor que mis padres cuando migraron a los Estados Unidos y no sé cómo manejaría una situación similar. Aunque tener la posibilidad de viajar a México y volver me llenó de felicidad, desearía que mis padres hubieran podido viajar conmigo. DACA me ha otorgado muchas oportunidades. Sin embargo, no es suficiente.
Si bien siempre ha habido incertidumbre sobre DACA, nunca dejé que me impidiera soñar con un futuro mejor para mí y para todas las personas con mi misma situación migratoria. Mientras sumo más años de vida, siento más gratitud por DACA y por aquellas personas que fueron líderes que abogaron por conseguir esta protección. Su pasión y empuje me inspiran a hacer lo mismo. Siempre es la generación anterior la que siembra las semillas, pero no cosecha los beneficios. Y, ahora, es nuestro turno de sembrar las semillas para la próxima generación. Debemos luchar por la estabilidad colectiva, no por el individualismo. La única forma de que todos avancemos es brindar oportunidades y estabilidad a todas las personas, no solamente a unas pocas.
¿Qué le dirás a la próxima generación? ¿Dirías que luchaste para que tuvieran un futuro mejor o que los abandonaste antes de que tuvieran la oportunidad de hacer algo por sí mismos? Pienso mucho en los jóvenes inmigrantes indocumentados que pueden sentirse tan inseguros sobre su futuro. Sé que yo me sentí así, y tuve DACA. Puede resultar aterrador no estar seguro de cómo seguir adelante, y estos jóvenes no merecen sentirse así. No solo la próxima generación, sino también aquellas personas adultas que han estado aquí durante años, incluso décadas. ¿No merecen estabilidad y oportunidades? Muy a menudo nos dividimos sobre las diferentes opciones. Sin embargo, no deberíamos estar divididos sobre el hecho de que todas las personas, independientemente de su estatus migratorio, merecen sentirse seguras y tener acceso a los recursos para crear una vida mejor para ellas y sus familias. Depende de nosotros, quienes hemos cosechado los beneficios del sacrificio de otras personas, continuar su trabajo y luchar por un futuro mejor para todos.