Han pasado cinco años desde que George Floyd fue brutalmente asesinado por el oficial de policía de Minneapolis Derek Chauvin el 25 de mayo de 2020. Al acercarnos a este aniversario solemne, nos encontramos en una encrucijada en la que los esfuerzos por lograr un cambio duradero, impulsados por su muerte, parecen a la vez tentadoramente cerca y perturbadoramente distantes.
El asesinato de George Floyd no fue un hecho aislado. Fue una manifestación clara del racismo sistémico que ha plagado a Estados Unidos desde su fundación. Su muerte, grabada por Darnella Frazier, una joven de 17 años en ese entonces, desencadenó las mayores manifestaciones por los derechos civiles desde la década de 1960, con protestas en más de 2,000 ciudades exigiendo justicia y un cambio profundo.
Un momento que sacudió al mundo
Tras su asesinato, el mundo presenció un despertar sin precedentes sobre el racismo estructural. El movimiento Black Lives Matter alcanzó su mayor nivel de apoyo, con un 67 % de la población estadounidense respaldando la causa. Las empresas estadounidenses prometieron más de 66 mil millones de dólares para iniciativas de justicia racial, y muchas instituciones de todos los sectores adoptaron programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI, por sus siglas en inglés).
Para nuestras comunidades inmigrantes, en particular las provenientes de América Latina, la muerte de George Floyd resonó profundamente. Muchas personas en nuestras comunidades han sido víctimas de brutalidad policial, discriminación y los efectos deshumanizantes del racismo sistémico. Comprendimos que las mismas fuerzas que asesinaron a George Floyd son las que separan a nuestras familias a través de la deportación y niegan oportunidades iguales a nuestras hijas e hijos. Su muerte también nos llamó a reflexionar sobre el racismo y el colorismo dentro de nuestras propias comunidades, y cómo las relaciones raciales y de clase en nuestros países de origen se transforman en el contexto racial de Estados Unidos.
Construyendo puentes entre comunidades de color
El asesinato de Floyd impulsó el fortalecimiento de coaliciones multirraciales que reconocieron la interconexión de nuestras luchas. Comunidades latina, asiática, nativa americana, musulmanas y otras comenzaron a trabajar junto a organizaciones afroamericanas como nunca antes. Estas alianzas entendieron una verdad fundamental: nuestra liberación está entrelazada.
La formación de estas coaliciones no fueron simbólicas, sino estratégicas. Cuando las comunidades de color trabajamos unidas, somos una fuerza poderosa para el cambio. Organizaciones como Black Alliance for Just Immigration lo entendieron desde hace tiempo, construyendo puentes entre comunidades negras estadounidenses y comunidades inmigrantes para enfrentar tanto el racismo antinegro como la xenofobia. En Alianza Americas, hemos lanzado el Seminario Permanente Mirtha Colón, que promueve conversaciones sobre pueblos afrodescendientes e indígenas en América Latina y en Estados Unidos.
El retroceso y la lucha a largo plazo
Sin embargo, a medida que se desvanecía la conmoción por el asesinato de Floyd, también lo hacía el compromiso institucional con el cambio. Surgió una reacción violenta por parte de quienes se sienten amenazados por el progreso racial genuino. Las acusaciones de “discriminación inversa” se intensificaron. Muchos programas corporativos de diversidad, equidad e inclusión desaparecieron tan rápido como surgieron. Legislaturas estatales aprobaron leyes que prohíben hablar de justicia racial en las escuelas, y aumentan los intentos por censurar libros sobre relaciones raciales.
Esta respuesta ha sido orquestada por estrategas de derecha que llevan décadas socavando los avances en derechos civiles. Según datos recientes del Pew Research Center, el panorama es desalentador: cinco años después, el 72 % de las personas en EE. UU. afirma que el mayor enfoque en la desigualdad racial no ha mejorado la vida de las personas negras, y el 54 % considera que la relación entre la policía y las comunidades negras no ha mejorado desde el asesinato de Floyd.
El ataque actual a la justicia racial
La reelección de Donald Trump ha llevado este retroceso al extremo. A pocas horas de asumir nuevamente el cargo, firmó órdenes ejecutivas para desmantelar los programas de diversidad e inclusión en todo el gobierno federal e intimidar a empresas y organizaciones privadas para que abandonen sus iniciativas de equidad. Estas órdenes incluso permiten investigar y sancionar a universidades, empresas y organizaciones sin fines de lucro por implementar políticas de diversidad.
Para nuestras comunidades inmigrantes, este ataque es especialmente peligroso. La misma administración que ataca la diversidad, la equidad y la inclusión también aumenta las deportaciones y culpa a las personas migrantes de los problemas sociales. Las conexiones son claras: las fuerzas que atacan a las comunidades negras son las mismas que atacan a las comunidades inmigrantes, utilizando las mismas tácticas de miedo y división.
Por qué las coaliciones multirraciales son más necesarias que nunca
Ante estos ataques, fortalecer las coaliciones multirraciales es más urgente que nunca. La historia nos enseña que las comunidades de color somos más fuertes cuando actuamos unidas. El Movimiento por los Derechos Civiles fue posible gracias al liderazgo negro y a las alianzas entre distintas razas.
Los desafíos actuales exigen el mismo enfoque. Cuando ICE ataca a comunidades latinas, las comunidades negras, asiáticas y blancas deben levantar la voz. Cuando la policía asesina a otra persona negra, las comunidades inmigrantes deben mostrar solidaridad. Las coaliciones efectivas se construyen sobre valores compartidos, no solo sobre opresiones compartidas.
Estas coaliciones requieren relaciones intencionales y la responsabilidad mutua. En Alianza Americas, hemos aprendido que el trabajo de solidaridad es más eficaz cuando centra el liderazgo de las personas más directamente afectadas, reconoce las distintas formas en que cada comunidad experimenta la opresión, construye relaciones a largo plazo, y conecta las luchas locales con los sistemas de poder globales.
El camino a seguir: sostener la esperanza a través de la acción
Cinco años después del asesinato de George Floyd, sería fácil caer en la desesperanza. Los cambios institucionales han sido escasos, los compromisos corporativos resultaron vacíos, y la reacción política se ha intensificado. Pero la desesperanza es un lujo que nuestras comunidades no pueden permitirse.
Las semillas plantadas en 2020 siguen creciendo en organizaciones comunitarias, en la conciencia de la juventud y en las relaciones entre comunidades. Las organizaciones de base están profundizando su análisis y construyendo coaliciones más fuertes. En Alianza Americas lo vemos todos los días: líderes latinos apoyando a comunidades negras frente a la violencia policial, organizadores negros acompañando a familias inmigrantes frente a la deportación, y coaliciones que comprenden que nuestras luchas están interconectadas.
Nuestra responsabilidad colectiva
Al conmemorar el quinto aniversario del asesinato de George Floyd, debemos ser honestos con nuestro progreso alcanzado. Los sistemas que permitieron su asesinato siguen en gran medida intactos. La policía continúa matando a personas negras a tasas alarmantes. Pero también hemos visto el poder de la unidad entre comunidades.
Para quienes no somos personas negras, nuestra solidaridad no puede ser condicional. La verdadera solidaridad requiere constancia, aprender del liderazgo y la historia negra, y entender que luchar contra el racismo antinegro es esencial para desmontar todos los sistemas de opresión. Esto significa apoyar a organizaciones dirigidas por personas negras, desafiar el racismo antinegro en nuestras propias comunidades, y reconocer que las políticas que dañan a las personas negras, también afectan a todas las comunidades racializadas.
Mirando hacia adelante: el movimiento continúa
La muerte de George Floyd fue una tragedia, pero también reveló la posibilidad de un Estados Unidos distinto: un país donde las comunidades de color se apoyan mutuamente, donde la supremacía blanca es desafiada en cada rincón, y donde la justicia no es un sueño, sino una práctica cotidiana. Eso todavía es posible, pero solo si seguimos construyendo las coaliciones multirraciales que la hacen realidad.
Honramos a George Floyd continuando el trabajo que su muerte inspiró, construyendo un mundo en el que nadie muera por el color de su piel. Los esfuerzos por la diversidad, la equidad y la inclusión deben continuar, mientras trabajamos por comunidades donde todas las personas pertenezcan y sean tratadas con dignidad y cuidado.
La lucha continúa, y la continuamos juntos.